Artículo publicado en La Voz de Almería el 12 de Noviembre de 2016. Edición en papel.
Con buena cara, de pronto se presentó el día. La luz mediterránea empezaba asomarse tranquila, confiada, desplazando a la noche con disimulo sin ofenderla y tomándose su tiempo antes de mostrarse en su máximo esplendor. En ese momento La Alcazaba de Almería que se mostraba incandescente y dorada por la luz artificial que un día fue de candiles y fuego, me ofrecía, cruzada la Puerta de La justicia, el aroma en sus jardines y la tranquilidad del agua de sus aljibes. El descenso por los monumentales escalones junto a la Muralla Meridional enmarcaba la Bahía de la ciudad mientras me conducía a la Torre de La Vela.
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